viernes, 3 de agosto de 2012

UNA CAMINATA MARAVILLOSA


Por: Claudia Mejía Pérez
Desde algunos meses atrás, tenía deseos de disfrutar terrenos más verdes, con más vida y menos ladrillo, cemento y metal a la vista; el tiempo pasaba y aunque se hacían intentos por salir de la rutina, por algún u otro pretexto el paseo no se podía llevar a cabo hasta que … todo confluyó a mi favor y allí estaba…. iniciando una caminata ecológica por los alrededores del Rio Pance, cerca a la ciudad de Cali – Valle, en un país llamado Colombia. 
Al igual que en  las ocasiones anteriores en las que he visitado tan hermoso paraje,  invité a mis amigos Harry y a su apreciado amigo y maestro Dumbledore, quienes sin pensarlo dos veces, aceptaron encantados el ofrecimiento.
Teniendo en cuenta que como anfitriona, me gusta que los que están conmigo se sientan felices y bien atendidos para que acepten una nueva invitación, les sugiero tomar un sendero largo, elaborado con piedra y señalizado con guadua, lleno de árboles frondosos como los Urapanes, Guayacanes, Nogales y algunos Robles, que nos brindarán sombras y lugares frescos, evitando que los rayos del sol, caigan de manera directa durante nuestra travesía.
Asi pues, iniciamos este recorrido en el que Harry va mirando todo a su alrededor con asombro y admiración, como si fuera la primera vez que estuviera en el lugar. Viendo su cara de felicidad,  le digo: Harry, a pesar de que hemos venido varias veces al mismo sitio, ¿como haces para seguir gozando tanto la caminata, para ver con ojos de niño, todo a tu alrededor?;  él, que me mira como si lo hubiera despertado de un gran sueño, me dice que cada vez que recorre un lugar, ve algo distinto, unas veces por ejemplo, se da cuenta como han crecido los árboles, otra veces se percata más del sonido de los diferentes insectos que nos acompañan en el camino y siempre se asombra de la combinación perfecta de colores y de las diferentes tonalidades en el horizonte, de acuerdo a la hora y el sitio en donde se encuentre.
 Dumbledore, al escuchar la conversación anota que él aun a sus más de 70 años, todavía  admira la belleza de cada mariposa, pájaro y en general cualquier objeto de la naturaleza y que eso en parte, fue lo que lo indujo a ser curioso y a hacerse preguntas sobre el funcionamiento de las cosas que lo rodeaban, lo cual según sus palabras, es la cualidad que ha logrado que él esté siempre a la vanguardia de la tecnología y que a pesar de sus años, disfrute tanto de un helado de chocolate como de realizar un nuevo experimento en su taller de alquimia.
Me atrevo entonces a preguntarle a mi querido amigo, cual es la diferencia según él, entre un niño y una persona adulta pero que todavía le asombra y goza con las cosas sencillas de la vida; Dumbledore me aclara que a pesar de que su admiración y su capacidad de asombro siguen casi intactas, a medida que pasaba al tiempo su curiosidad se fue refinando, buscando cada vez sobre temas más específicos, hasta que él, después de haberse instruido en algunos campos relacionados, se decidió por estudiar magia y específicamente por la alquimia; cuando llegó a su edad adulta y sintió que tenía una gran conocimiento acumulado, buscó la oportunidad para guiar a otros por los caminos de este arte y fue de esa forma como se convirtió en maestro de alquimia del Colegio Howgarts.
Mientras Dumbledore termina su relato, me doy cuenta que me está ocurriendo algo similar; siempre he sido una persona curiosa, inquieta con todo lo que me rodea; sin embargo, cuando llegué a la adolescencia mi interés se centró más en la Economía, después y a causa de que algunas preguntas  quedaron sin respuesta durante el pregrado, decidí especializarme en mercadeo a la vez que iba adquiriendo experiencia laboral hasta que sentí que tenía algo que enseñar a los demás y que lo quería compartir para formar personas que amaran y se interesarán cada día más en diseñar estrategias para realizar su trabajo de la mejor manera posible.
 Mientras poco a poco voy dejando atrás mis reflexiones, la posición del sol y la brisa me muestran que ya deben ser las cinco de la tarde … como no hay señales de que vaya a llover, decidimos quedarnos en el parque y antes de que llegue la noche, buscar un sitio cómodo donde instalar la carpa, prender una fogata y prepararnos un gran banquete. Todos estamos de acuerdo, aunque acampar no estaba planeado pero ¿cómo perder la oportunidad de disfrutar de una nueva experiencia en un sitio que aunque lo habíamos visitado en  ocasiones, a medida que atardece nos ofrece paisajes desconocidos?
Así entonces llega la noche, cargada de sombras, sonidos y aromas distintos a los que hasta el momento conocíamos, los cuales a mi aunque me gustan, me crean un poco de tensión pues significaba salirnos del ambiente conocido hasta el momento.
De esta forma y a pesar de contar con magos, la fogata es prendida de forma tradicional con palitos, hojas secas y unos fósforos que de casualidad, estaban en el morral. La comida no pudo ser mejor: trucha asada, con tostadas o patacones fritos, limonada y una ensalada fresca, todo gracias a las cualidades culinarias de los acompañantes, que son bastante recursivos y logran con ingredientes sencillos, hacer platos inolvidables.
Minutos después, cuando estábamos disfrutando del calor del fuego, viendo como las chispas se veían como diminutas estrellas fugaces, Dumbledore se acercó a mí y empezamos una conversación que aunque dolorosa en sus inicios, se que será muy productiva. Mi amigo empezó a hablar, a indagar sobre las razones para que yo, cada vez que algo malo me ocurre piense que no es culpa mía, sino de los demás, llámese jefe, amigo/a … ¿será que algo ocurre en tu vida que no tienes la suficiente madurez para reconocer tus errores?, ¿ Es posible  que desde antes que se muriera tu madre, ya te sentías tan huérfana, como una víctima de las personas a tu alrededor?
Esa pregunta me dejó desarmada; nunca pensé que llegara el momento de una confrontación tan directa entre mi fiel amigo y mi lado oculto, pero tuve que aceptarlo: muchas veces soy la víctima de mis propias acciones y después no quiero reconocer lo que he creado, haciendo un papel de mártir que ya algunos conocen al pie de la letra, porque lo he interpretado en decenas de ocasiones.
A veces me gustaría volver a ser niña, estar en ese mundo en donde me sentía segura de que nada malo me iba a pasar porque mi mamá estaba ahí para protegerme (ahora veo que era sobreprotegerme) y que todo iba a ser perfecto, sin personas con doble moral, superfluas y sin valores… además de saber ahora que nadie te va a mantener y que se debe trabajar para poder que tu hija y tu existan, día a día.
Decidí entonces, que por la mañana iba a darme un chapuzón en el rio, para dejar que todos mis excesivos sentimientos de horfandad e inocencia, fluyeran y mientras me dormía, imaginé un día lleno de sol, con ánimos renovados y una mayor conciencia de mi vida.
Al otro día y mientras me sentía algo temerosa por las reflexiones y decisiones que había realizado la noche anterior, el sol nos sonrió con una luminosidad mayor a la habitual, dándome una paz, calidez y seguridad que hacía tiempo no sentía.
Poco después y por arte de magia, disfrutamos de un delicioso desayuno con trucha asada, patacones y limonada, lo que en estas tierras se conoce como un desayuno “trancao” es decir, más grande de lo normal o como dirían otros: “un desayuno con cara de almuerzo”.
Así entonces, decidimos ir al rio a darnos un refrescante chapuzón, aprovechando el sol y buscando dejar ahí todas las cosas que no dejan fluir nuestro progreso para que lleguen nuevos retos de toda índole.
A medida que entraba al agua fría, mi cuerpo temblaba, a la vez que sentía que la mente se liberaba de pensamientos oscuros del pasado, quedaba limpia y con energía renovada para actuar de una manera madura frente a las decisiones que en adelante, cambiarán de un modo u otro mi vida.
¡ Que delicia de agua¡ era lo único que se les ocurría expresar a mis amigos, mientras sentía que cada momento en el que el agua del rio pasaba por mi cuerpo, se llevaba actitudes y situaciones que habían opacado mi visión del mundo que me rodea.
Finalmente, al salir y alistar todo para el retorno a la civilización, me llevé una sorpresa grande al darme cuenta que el maletín pesaba menos aunque no había olvidado algo de lo que había llevado el día anterior. El regreso lo hicimos con una tranquilidad sorprendente, sintiendo que éramos nuevas personas en un mundo ya conocido.
Este pues fue un recorrido maravilloso, que aunque muchas veces lo había realizado, nunca fue tan provechoso como en esta ocasión, en donde todo confluyó para que el clima, los invitados y mi actitud, generarán otra visión de la vida y del mundo que no conocía hasta ese entonces.


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